En la provincia de Hamgyong, en Corea del Norte, miles de personas fueron evacuadas y otras decenas desaparecieron luego de una fuerte jornada de inundaciones durante los primeros días de este agosto; del otro lado del hemisferio, en Jalisco, México, el desbordamiento de ríos a causa de las fuertes lluvias generó la pérdida de cientos viviendas; y en Putumayo, un municipio en Colombia, más de 10 mil personas resultaron damnificadas en julio pasado porque las lluvias arrasaron con cultivos, animales y servicios básicos.
Uno de los factores que hacen que el cambio climático sea tan desastroso para la humanidad es su relación con el agua, ya que afecta su calidad, su disponibilidad y sus ciclos.
El aumento de la temperatura global altera el comportamiento de los océanos y los ciclos de agua. Las grandes masas de agua mitigan el cambio climático porque almacenan grandes cantidades de calor; cuando el agua se calienta, se expande para ocupar más espacio, lo que causa el aumento acelerado del nivel del mar.
En 2017, la temperatura del mar aumentó un promedio de 1,7 mm. En ese año, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) afirmó que las temperaturas de la superficie del mar en todo el mundo podrían convertirse en las más altas de la historia, pues el contenido de calor oceánico mundial ha alcanzado niveles récord o se acerca a ellos.
Si bien el aumento de la temperatura de los océanos es devastador para los ecosistemas marinos, también representa una alarma para la vida humana.
En el último decenio, más del 90% de los grandes desastres naturales se produjeron a causa de inundaciones, tormentas, olas de calor, sequías y otros fenómenos meteorológicos, de acuerdo con la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres.
De acuerdo con el Informe de políticas de ONU-AGUA sobre el Cambio Climático y el Agua de la organización UN Water, el impacto es diferenciado y desigual por tipo de región, ya que mientras que algunas regiones atraviesan períodos extraordinarios de sequía, otras sufren crecidas, tormentas e inundaciones cada vez más graves y frecuentes, y otras se enfrentan a ambos extremos.
Con el calentamiento global, las zonas costeras, por ejemplo, enfrentan un aumento acelerado del nivel del mar, lo que amenaza la vida de las comunidades cercanas. Se prevé que el peligro de crecidas del nivel del mar aumente en zonas de Asia Meridional, Asia Sudoriental, Asia Nororiental, África tropical y América del Sur; por el contrario, se espera que en los próximos decenios el cambio climático aumente la frecuencia de las sequías en muchas de las regiones que de por sí ya son secas.
Las sequías, las tormentas y las inundaciones, (todos fenómenos relacionados con el agua), dominan la lista de catástrofes de los últimos 50 años, tanto en términos de pérdidas humanas como económicas, según un análisis exhaustivo de la Organización Meteorológica Mundial (OMM).
Esto es muy preocupante, ya que —según datos analizados por las Naciones Unidas— la mitad de los daños humanos y económicos causados por catástrofes en los últimos cincuenta años están relacionados con el agua y el clima.
Solo los desastres relacionados con el agua han causado cerca de 1,3 millones de muertes; y en términos económicos, las inundaciones acumularon en 50 años pérdidas por valor de 115.000 millones de dólares.
Los daños no sólo se estima en pérdidas económicas. Estos fenómenos metereológicos arrastran suministros enteros de agua o los contaminan con cargas de sedimentos, nutrientes y contaminantes. Esto afecta los ecosistemas de agua dulce y, en consecuencia, su consumo humano.
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