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La industria automotriz de Estados Unidos se encuentra en un punto de tensión crítica, ya que el sindicato United Auto Workers (UAW) inició una huelga contra las tres principales compañías automotrices del país: General Motors, Ford Motor y Stellantis.
La principal demanda del UAW es un aumento salarial del 40 por ciento en un período de cuatro años. Argumentan que este incremento no se aleja de los aumentos en los salarios de los directores ejecutivos de estas empresas en los últimos cuatro años.
Sin embargo, las empresas enfrentan desafíos considerables debido a la transición hacia los vehículos eléctricos, ya que canalizan importantes inversiones en esta transformación, lo que les dificulta ofrecer salarios más altos a los trabajadores. Además, temen quedar en desventaja competitiva frente a fabricantes no sindicalizados como Tesla, que domina el mercado de los vehículos eléctricos.
Otro punto del conflicto es la inclusión de los trabajadores de las fábricas de baterías en los contratos del UAW, por lo que el sindicato busca que estas plantas estén cubiertas por sus acuerdos nacionales, mientras que las empresas argumentan problemas legales que lo impiden.
Desde una perspectiva económica, una huelga prolongada podría tener un gran impacto, pues se estima que una huelga de 10 días podría costar a la economía unos 5 mil millones de dólares, y podría afectar los inventarios de automóviles, lo que aumentaría los precios de los vehículos.
Desde un punto de vista político, esta huelga podría influir en la relación entre el presidente Joe Biden y el UAW. Aunque Biden se presentó como un defensor de los sindicatos laborales, el sindicato no ha confirmado su apoyo en la campaña de 2024 debido a las políticas pro-vehículos eléctricos del presidente. En contraste, el expresidente Donald Trump busca ganarse el apoyo del UAW al criticar las políticas de Biden en la industria automotriz.
Con información de The New York Times
